ALCANCES DE LA ETICA EN LOS NEGOCIOS |
Por
Armando Bertagnini
Doctor en Ciencias Económicas (UBA).
Consultor y conferencista internacional en management estratégico.
Director-organizador del Departamento de Administración de Empresas
y
actual profesor de la Universidad de San Andrés.
Autor del libro Las diagonales del cambio empresario.

Las empresas
son parte de la sociedad, y sin duda, su desarrollo impacta en el desarrollo
social de un país. En los países desarrollados es frecuente
un modelo empresario que gana con la sociedad y no por la sociedad.
Nos proponemos bosquejar un modelo de reflexión que resulte útil
para incorporar explícitamente los aspectos éticos en la
toma de decisiones empresaria. El concepto de la ética que nos
sirve de punto de partida es el referido a la investigación de
la conducta, desde el punto de vista de los juicios de valor que esta
genera. A su vez, de los dos sentidos que generalmente se asignan a los
conceptos éticos, el descriptivo y el normativo, nos inclinamos
por el primero. El significado descriptivo de la ética privilegia
el estudio de la conducta real y su enjuiciamiento por los distintos sectores
de la sociedad, frente al carácter valorativo-objetivo enfatizado
en el sentido normativo de la disciplina.
El tejido social que constituye el contexto empresario está constituido
por la interrelación de tres grupos de vectores interdependientes
que agrupan los factores culturales, políticos y económicos.
A nivel micro sus equivalentes organizacionales son, respectivamente,
el comportamiento, la estrategia y la administración.
Por lo tanto, si las reglas morales forman parte de la cultura prevaleciente,
resulta imposible que los aspectos políticos o económicos
puedan ser disociados de esas pautas morales. Llevado este razonamiento
a nivel organizacional, no resulta factible disociar la moral de la política:
por el contrario la moral aparece como una restricción cultural
que debe ser respetada en la toma de decisiones que mueve la estrategia
y la administración empresarias.
En nuestra opinión, para que una empresa sea sustentablemente competitiva
no basta con el logro de resultados y el desarrollo de capacidades en
las dimensiones económico-financiera, comercial y de cambio organizacional.
También debe desarrollarse una cuarta dimensión: la que
hace a la capacidad de respuesta a las expectativas de la sociedad en
general y de los stakeholders en particular. En la medida en que esas
expectativas avanzan sobre las implicancias éticas del comportamiento
empresario, resulta imprescindible incorporar las consideraciones éticas
a los procesos de toma de decisiones.
Podemos definir dos vectores que hacen a los aspectos éticos de
la toma de decisiones empresaria:
• Por
un lado, el campo o alcance en cuanto a las implicancias éticas
de las decisiones. Este resulta de la evolución de las expectativas
sociales y su consolidación en términos de reglas jurídicas.
• Por otra parte, la conducción de las empresas y los negocios,
que se encuentra íntimamente unida a la concepción vigente
acerca del liderazgo.
En lo que hace al primer vector, pueden definirse tres estadios que coexisten
en cada sociedad y, por ende, en cada contexto empresario:
• Los que afectan el campo jurídico de acuerdo con el alcance
de las normas y la jurisprudencia vigentes.
• Los que afectan el campo moral sin implicar sanciones jurídicas.
Hacen a las nociones de respeto humano y el fuero interno de las personas.
• Los referidos a la responsabilidad social de las empresas. Son
las demandas de la sociedad más allá de los campos jurídico
y moral reconocidos.
Si
no se define con claridad el alcance de estos campos en la sociedad bajo
análisis, no es posible ponderar consistentemente las implicancias
éticas de determinados comportamientos. El permanente incremento
de las expectativas sociales genera nuevas demandas: a veces sancionadas
como normas jurídicas, otras como nuevas interpretaciones de lo
que es o no moral y, crecientemente, como nuevas áreas de responsabilidad
social. Pueden formularse distintos ejemplos para cada uno de los alcances
éticos de las decisiones:

• En el campo jurídico, quedan comprendidas todas las normas
legales ya sean impositivas, comerciales, previsionales o laborales, etc.,
con un complejo problema en lo que hace a su aplicación en el campo
de los negocios internacionales.
En los límites entre el campo jurídico y el puramente moral
pueden caer algunas prácticas no específicamente sancionadas
por la ley: tales los regalos a los clientes o ciertas formas de espiar
a los competidores que exceden la inteligencia competitiva.
• El ejemplo más claro en el campo moral es el doble discurso
de la institución, especialmente cuando tiende a transformarse
en un elemento sistémico del comportamiento y no en una circunstancia
estrictamente excepcional.
• El campo de la responsabilidad social comprende a su vez dos áreas
de resultados demandados por los distintos públicos:
- Las contribuciones sociales en el área específica del
negocio. Abarca una gama creciente de temas como: calidad, seguridad e
higiene, empleo, ecología, no discriminación, etc. Un ejemplo
es la responsabilidad de las empresas automovilísticas en desarrollar
motores basados en combustibles no contaminantes.
- Las demandas que exceden el área específica del negocio,
como la contribución a las obras de bien público o el apoyo
a fundaciones, universidades y escuelas. En lo referido al vector de la
conducción empresaria, pueden identificarse a su vez tres estadios:
el liderazgo basado sólo en resultados, el liderazgo basado sólo
en atributos y, finalmente, el liderazgo basado simultáneamente
en resultados y atributos.
Las sucesivas corrientes de pensamiento sobre conducción han ido
pasando, casi secuencialmente, por estos tres estadios. En las décadas
de los ‘50 y los ‘60 fueron los modelos de dirección
por objetivos los que generaron el marco moderno de la gestión
empresaria. El estilo de liderazgo coherente fue aquel basado sólo
en resultados, interpretado como el énfasis en el cumplimiento
de los objetivos por sobre las formas. La segunda oleada del liderazgo
corresponde a las concepciones de los años ‘70 y ‘80,
cuando el énfasis en los modelos de gestión pasa de los
objetivos a los procesos. Es la época de los modelos de just-in-time
y calidad total, seguidos por la reingeniería y los enfoques centrados
en la innovación. El estilo de liderazgo coherente fue aquel basado
sólo en los atributos o competencias de los directivos.
La última oleada del liderazgo corresponde a las nuevas concepciones
elaboradas hacia finales de los años ‘90, cuando se enfatiza
la búsqueda de nuevos modelos de gestión que integren las
ventajas de los modelos basados en objetivos con aquellos basados en procesos.
El exponente más elaborado de esta búsqueda es el modelo
de gestión basado en el valor (value based management), que tiende
a integrar la gestión estratégica con los indicadores de
los tableros de comando y la explicitación del modelo del negocio.
Según este nuevo enfoque, el estilo de liderazgo coherente es aquel
que contempla simultáneamente tanto las exigencias de una conducción
orientada por objetivos como los atributos mismos del liderazgo.
A su vez, la mayor parte de los conceptos que figuran en los modelos de
atributos pueden agruparse en “cuatro categorías generales
de lo que el líder debe ser, saber y hacer: fijar el rumbo, movilizar
la dedicación individual, engendrar capacidad organizacional y
demostrar carácter personal” . El carácter personal
en particular hace a los hábitos, la integridad, la confianza y
el razonamiento e incluye el vivir practicando lo que se predica (Ulrich,
Senger y Smallwood: Liderazgo basado en resultados).
En una visión integrada del liderazgo debe darse un doble vínculo:
los resultados deben ser consecuencia de los atributos, al mismo tiempo
que los atributos inciden efectivamente en los resultados. Se genera así
un círculo virtuoso entre atributos y resultados. Ni resultados
ni atributos se sostienen por sí mismos. Los atributos sin resultados
producen líderes de talento y buen carácter que no alcanzan
o no pueden alcanzar las metas. Los resultados sin atributos producen
únicamente resultados insostenibles y de corto plazo.
La conclusión
El eje de la presente propuesta reside en asociar la extensión
de las implicancias éticas en las decisiones con la evolución
hacia una forma más integrada de liderazgo. Si las crecientes demandas
sociales y el avance de las normas jurídicas incrementan la densidad
ética del comportamiento empresario, la evolución desde
un liderazgo basado sólo en resultados hacia un liderazgo basado
simultáneamente en resultados y atributos posibilitará una
respuesta más adecuada a esas demandas.
En última instancia, el liderazgo como centro de la conducción
es el motor de los demás factores del management: la estrategia
y la administración, la tecnología y el cambio. Si la sociedad
plantea demandas crecientes a los negocios, son los conductores de estos
quienes deben generar las respuestas. La ética en los negocios
es hoy una responsabilidad inexcusable de los líderes empresarios
que, para ello, deben basarse simultáneamente en el logro de resultados
y en el desarrollo y ejercicio efectivo de los atributos pertinentes.


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